Os ofrecemos una segunda crÃtica sobre la atÃpica pelÃcula de Pedro Almodóvar, La piel que habito. ¿Será un nuevo punto de inflexión en la filmografÃa del autor español? Descúbrelo a golpe de bisturÃ…
Si tuviéramos que elegir un director español capaz de polarizar a todo un paÃs alrededor de su obra y su persona, ese serÃa Pedro Almodóvar. Creador y autor capaz de regenerarse y reinventarse a sà mismo tantas veces como haga falta, pocas veces deja indiferente a nadie. Su filmografÃa es tan extensa como variopinta, llena de las más diversas apreciaciones a una realidad propia de nuestro paÃs, que bajo su batuta y visión, parece mutar hacia una especie de paraÃso recreado a imagen y semejanza de su personalidad.
Hasta hace bien poco, Almodóvar seguÃa anclado en esa larga sombra que le perseguÃa desde sus inicios cinematográficos. Sus pelÃculas, en mayor o menor medida, parecÃan verdaderas repeticiones exacerbadas y exageradas de sus logros y sus clichés (marca de la casa, no obstante y parte referencial de su naturaleza como director), lo que hacÃa que gran parte del público objetivo de sus cintas, acabase hastiado. Almodóvar no era un director objeto de medias tintas. Al menos, hasta el momento, ya que su presente pelÃcula parece indicar la aparición de ciertos cambios en su hasta ahora norma o canon cinematográfico que, seguro, no serán del agrado de todos. Y es que La piel que habito es un punto de inflexión absoluto dentro de su carrera cinematográfica, un punto y a parte que enarbola e indica un nuevo rumbo en su carrera como cineasta, y que a tenor de lo visto, parece prometer todo un affair novedoso aunque comprometido con las raÃces y tics del manchego.
La piel que habito, es una pelÃcula tan compleja, como lo es su propio autor. Aunque el punto de partida, y cierta parte de la trama son herencia de la novela del francés Thierry Jonquet (historia oscura y profunda como ella sola), la pelÃcula de Almodóvar es más bien una interpretación libre de los temas tocados y mostrados en aquella, convirtiéndose más bien, en una particular revisión del mito de Frankenstein, aderezada de los pulsos visuales y argumentales intrÃnsecos a la personalidad del director. A lo largo de la cinta Almodóvar tocará (casi sin ton ni son, y de una manera descontrolada) los más variados palos y géneros del séptimo arte, mezclando su obra con tintes de terror, drama, suspense o comedia (siendo esta última, muchas veces absolutamente intencionada), sin caer en el ridÃculo propio de estos batiburrillos cinematográficos, pero eso sÃ, confundiendo en demasÃa al espectador menos avezado, que se encontrará en medio de una abominación artÃstica tan bella como de difÃcil digestión. En este punto, y casi como si de un personaje más se tratase, hay que reflejar el cuidado por la atmósfera que rodea toda la pelÃcula. Casi como si de un homenaje al cine de LuÃs Buñuel se tratase, Toledo (lugar donde se desarrolla la tortuosa historia), se convierte en casi un personaje más, opresivo y oscuro, que parece reflejar tanto la artificialidad (impagable el diseño chic y vintage de la casa de ese cirujano interpretado por Antonio Banderas y las constantes referencias a la obra de Louise Bourgeois como oda a la belleza manufacturada pero imperfecta) asà como a la propia naturaleza del hombre en su estado más natural y rural, y por ende, maléfico.
Almodóvar, pese a intentar componer un perturbador y artificial monstruo cinematográfico, fracasa. Quizás no estrepitosamente, pero sà en términos generales. Su labor como director parece difusa, confusa y demasiado ligada a su pasado. Está claro que La piel que habito es una pelÃcula personal, casi onanista, de cara a su autor. No hay ningún género de duda respecto a ello. Y aquÃ, podemos volver al eterno debate sobre el cine de autor, y la personalidad impresa en este tipo de producciones. Pero hay debates y discusiones que trascienden dicha premisa, y es el resultado final que puede ofrecernos una vez se proyecta en una pantalla de cine. Y aquÃ, la pelÃcula de Pedro Almodóvar, es tan fácil de querer y admirar, como de odiar y maldecir.
La piel que habito no es una mala pelÃcula, ni mucho menos. La balanza se inclina favorablemente si nos ponemos a valorar los logros mostrados durante el metraje, pero es difÃcil sacarlo en claro cuando la misma autorÃa del film pone tantas trabas al espectador. La piel que habito es un extravagante experimento que no ha terminado de salir bien, algo bastante paradójico teniendo en cuenta el argumento y la premisa de la cinta. Almodóvar está cómodo recreando situaciones comunes y mundos personales tangibles, cosa que en momentos muy puntuales consigue gracias a una atmósfera opresiva y a una enorme Elena Anaya, que con el personaje de Vera demuestra los claroscuros de un viaje interior hacia la propia naturaleza de su alma. En cierta manera, y casi como conclusión definitiva, podrÃamos definir esta pelÃcula como el principio de la metamorfosis absoluta de Pedro Almodóvar, que deja su antigua piel, para mutar en algo diferente. Si es mejor o peor, ya lo decidirá (y a buen seguro que con precisión cirujana), la propia audiencia.
Puntuación: 6 sobre 10
CrÃtica escrita por Alberto González
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1 Comentario en "La piel que habito, de Pedro Almodóvar"
Muy buena crÃtica, pero tu sabes que yo le darÃa más nota. =p
Aún asà me ha gustado leerla y me parece bastante razonable, no como otras que he leÃdo por ahÃ. En una he llegado a leer que era estúpido que se situase en Toledo, argumentando que allà no pasa nada interesante practicamente desde la inquisición y que dudaba de que hubiera un eminente cirujano en Toledo (como dando a entender que no llegan a ninguna parte con sus vidas allÃ). Lo dicho, la crÃtica más tonta que he leÃdo de la peli (junto con la de Boyero) Je je.
Da gusto leer una como esta.
Un saludo.
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