El director de culto nipón Hirokazu Kore-Eda (Nadie sabe, Still walking) nos trae su último film, sin duda de los más optimistas y positivos de toda su carrera: una muy particular fábula sobre dos hermanos separados que buscan volver a vivir juntos tras el divorcio de sus padres. Una sencilla y deliciosa cinta llena de ternura y humor que se llevó el premio al mejor guión en el pasado festival de cine de San Sebastián.
Cuando uno ve Kiseki y tiene presente la retrospectiva de Kore-Eda, lo primero que le choca enormemente es el tono afable, desenfadado y poppie que inunda esta pelÃcula, ya que si recordamos su última experiencia teniendo a casi como absolutos protagonistas a niños viviendo un mayúsculo drama en la desgarradora Nadie sabe, a priori no parece que tengan mucho que ver (aunque, como se ve posteriormente, sà que tienen muchÃsimos puntos afines). Además, la frescura de esta nueva propuesta contrasta ampliamente con su último (y fallido, aunque solo por lo extravagante y poco afinado) trabajo, Air doll.
PelÃcula de encargo para promocionar una lÃnea de trenes bala y teniendo como protagonistas a dos cómicos natos y soberbios como los hermanos Maeda, que lo son dentro y fuera de la pantalla, un director como el que nos ocupa y que ha marcado fuertemente con su impronta films puramente de autor como la ya citada Nadie sabe o esa exquisita e inspirada reflexión generacional que es Still walking, parece haber vendido su alma al diablo, pues en todo el conjunto se adivina una amplia superficialidad y banalidad (ojo, solo latente) adornadas de momentos Disney a la japonesa y una amplia gama de secundarios que, si bien en su mayor parte son la guinda del pastel (sobre todo los amigos de los hermanos), en otros apenas tienen sabor que aportar a este gran dulce.
Lo que ocurre es que, al final, uno no puede dejar de rendirse ante los enormÃsimos méritos que Kiseki posee, empezando por una inmaculada dirección de (pequeños) actores, de esos que tan bien sabe manejar Kore-Eda, y en la magnÃfica descripción del mundo interior de esos niños que ocupan la práctica totalidad de su metraje dejando muy atrás las interpretaciones adultas en forma y fondo. Uno podrÃa pensar que tenemos aquà un nuevo Hayao Miyazaki en estas lides (por aquello de un mundo lleno de niños que se quieren mucho y adultos totalmente empáticos con ellos, como la profesora y enfermera del colegio), pero realmente es imposible dejar de pensar en Buenos dÃas de Yasujiro Ozu al ver las desventuras de estos niños hartos de las irresponsabilidades de los adultos que les rodean.
La maestrÃa de Kore-Eda queda muy patente a la hora de plasmar visualmente los pequeños detalles que hacen de la vida un constante momento mágico en plena ausencia de magia (atención a la secuencia de planos en el cruce de los trenes bala) y en unos personajes que, si bien no se ajustan demasiado a una realidad estrictamente verÃdica (la pareja de ancianos que acoge al grupo de amigos), asà que se le perdonan ciertas tramas secundarias (la de cualquiera de los adultos, claramente) que adolecen de un agudo soponcio, quizá deliberadamente buscado por otra parte.
Divertida, tierna, con un rollito feel-good en su justa medida, Kiseki es una pequeña joya y, en manos de este crÃtico, que ha seguido ávido la trayectoria de su director en los últimos años, una agradable y auténtica sorpresa. No importa si su moraleja final es francamente ambigua o desenfocada: en términos generales, al final se acaba con una sonrisa en los labios y pensando que, por muy duro que sea el mundo y los avatares de la vida, mientras existan los buenos sentimientos, el cariño y los sueños por cumplir, habrá un motivo para seguir adelante.
De visionado obligatorio para los amantes de las buenas (o al menos originales) historias y para optimistas empedernidos.
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1 Comentario en "Kiseki (Milagro), de Hirokazu Kore-Eda"
Kore Eda alcanzó su clÃmax con Nadie Sabe y Stil Walking. El buenismo postizo de Air Doll y Kiseki deslucen, un tanto, su exquisita obra (al menos el vuelo de pétalos de felices flores no sucede aquà como en Air Doll). En Kiseki presta mucha atención a los preliminares dejando el viaje, la oportunidad para que realmente hablen y maduren, en un plano secundario. Kitano. En fin, una lástima.
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