No serÃa la primera vez que al intentar hacer una comedia de terror, el resultado sea un terror de comedia. Son dos géneros realmente difÃciles de mezclar con buenos resultados, ya que los seguidores de cualquiera de ellos no suelen ser apasionarse en extremo por el otro; y esta mutua exclusión suele ser difÃcil de solventar de tal forma que más de una pelÃcula ha perecido en el intento, aunque también nos ha quedado un buen puñado de ejemplos que demuestran que esta extraña mezcla puede generar algo positivo, desde el genial El jovencito Frankenstein hasta un referente más directo como puede ser  Zombies Party.
Antes de pasar a revisar la pelÃcula es casi obligado mencionar el referente de Vampiros en La Habana una pelÃcula que ya intentaba congraciar estos géneros y en el mismo escenario en el que nos encontramos, pero que tuvo que recurrir a la animación ya que hace 25 años, plantear una producción de estas caracterÃsticas en La Habana, no era ni siquiera cuestionable.
La pelÃcula nos presenta a Juan, un cubano que con 40 años se dedica a la vida fácil alejada de cualquier trabajo y rodeado de amigos como Lázaro, igual de holgazán aunque con bastantes menos luces. De pronto la gente comienza a atacarse entre sÃ, extendiéndose y convirtiendose en una pandemia de la que culpan tanto a los disidentes como a los americanos. Juan decide aprovechar la situación para ganar dinero ofreciendo sus servicios para deshacerse de los infectados por un módico precio. Y se empiezan a acumular las llamadas:  “Juan de los muertos, matamos a sus seres queridos”.
La verdadera salsa de esta pelÃcula es la especial aportación del cine cubano y su particular visión del cine en general y de la comedia en particular, de hecho, el mayor agujero en el casting es la presencia de la española Andrea Duro que hace de Camila, la hija pródiga de Juan (una subtrama totalmente prescindible) y cuya actuación chirrÃa constantemente entre sus compañeros de reparto; sobre todo con un divertido Alexis DÃaz deVillegas que sabe recrear perfectamente al protagonista de la pelÃcula.
La historia no se anda con rodeos y arranca rápidamente, enseguida se percibe el predominio de la comedia sobre cualquier intento de terror, solo representado por la habitual imaginerÃa zombie, tampoco demasiado extrema en este caso. Hay que reconocer que ciertos gags como la secuencia dentro del camión son realmente divertidos y los personajes colaboran a mantener ese clima golfo y delirante que predominan a lo largo de toda la cinta. Es quizás en el tercio final de la pelÃcula, desde el momento en el que aparece el yanqui justiciero (Antonio Dechent), cuando la cinta pierde su frescura y se encamina hacia los tópicos del género, incluyendo un desenlace bastante cuestionable, sobre todo por el minipunto dramático que no termina de encajar con el resto de la pelÃcula.
Uno de los méritos de la pelÃcula es que a pesar de tener participación cubana y de haber sido rodada en múltiples localizaciones de La Habana, ha sido hecha al margen del poderoso ICAIC, y con la cooperación del propio gobierno que ayudó a vaciar calles emblemáticas para los rodajes correspondientes. Más sorprendente todavÃa si el espectador quiere ver en la propia pelÃcula una fábula de la situación cubana hoy en dÃa siempre con una continúa estela de irreverencia polÃtica. Nos quedamos con esas mÃticas tomas de La Habana postapocalÃptica tanto en planos generales como en emblemáticos escenarios como El Malecón, la Plaza de la Revolución o la Oficina de Negocios de los Estados Unidos.
Al que escribe le quedan serias dudas de si merece dedicar una sesión de pantalla grande a esta pelÃcula , la considero mucho más apropiada para una velada gamberra en el salón de nuestra casa y compartida con unos buenos amigos dispuestos a una velada golfa y divertida. En ese caso, Juan de los muertos colmará nuestras expectativas.
Juanjo – @homecinemaniaco
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