Posiblemente no exista mejor momento para quien escribe esta crÃtica de hablar del poderoso mensaje de unión y fraternidad que transmite, canalizado a través del deporte, la última pelÃcula de Clint Eastwood que nos cuenta cómo Nelson Mandela se convirtió en el gran lÃder que ya era y que ahora también nosotros reconocemos.
Invictus es el nombre de un poema escrito por William Ernest Henley escrito en 1875, y que sirvió como válvula de escape, esperanza e inspiración a Mandela durante los largos años que estuvo recluido en la prisión de Robben Island hasta que los acontecimientos le convirtieron en presidente de Sudáfrica mediante las primeras elecciones celebradas por sufragio universal, punto de partida de la pelÃcula.
Tras una breve introducción del ascenso al poder de Mandela, esta cuenta en esencia cómo Madiba (nombre con el que se conoce a Mandela en su paÃs) utilizó hábilmente y con mucha visión el mundial de Rugby que se celebró en 1995 para unir a un paÃs absolutamente dividido, rebosante de odio latente, y aún traumatizado por el Apartheid (o lo que es lo mismo, la respaldada segregación entre negros y blancos) que sufrieron durante muchos años en Sudáfrica y que Mandela, desde un principio, intentó erradicar.
Pese a contener un importantÃsimo trasfondo polÃtico y presentarnos a Mandela como un ser francamente excepcional y lleno de compasión, sabidurÃa y profundos ideales, Invictus sobre todo destaca por explicar con una sobriedad narrativa deslumbrante (como suele pasar con todas las pelÃculas de Eastwood) el poderoso mensaje de cómo algo tan aparentemente trivial como el deporte, materializado en este caso en la selección nacional de Rugby y antiguo sÃmbolo del ya mencionado Apartheid, puede ser un increÃble nexo de unión entre personas tan diferentes y que tanto rencor se profesan mutualmente a causa del devenir de la historia polÃtica de su nación (El niño ladrón y la policÃa, la criada negra de la familia blanca, por citar algunos ejemplos).
Este tema (o sentimiento, según se mire), tan presente en estos instantes a causa de la insólita situación en la que se encuentra la selección de fútbol española en el momento en que se escribe esta crÃtica, fue inteligentemente utilizado por Mandela para conseguir su fin, y que hace ya quince años supuso un punto y aparte en la historia de un paÃs que renacÃa de sus cenizas.
Morgan Freeman interpreta sublimemente a su admirado Madiba (no en vano es productor ejecutivo de la pelÃcula), quien a su vez fue elegido por el propio Mandela, y que no decepciona en absoluto pues una vez más ofrece una actuación llena de matices y momentos emocionantes. Le da la réplica un gran Matt Damon, que interpreta al capitán del equipo de rugby François Pienaar, en un papel clave al ser un claro iluminado por el dogma y carácter de Mandela. Ambos actores recibieron una nominación al oscar por esta pelÃcula en la pasada edición de 2009.
Con un final algo apresurado, un exceso de información polÃtica que intenta ser resumida sin demasiado éxito (le quedan demasiadas preguntas al espectador si no se ha informado previamente sobre la historia de Sudáfrica), y personalmente, un excesivo edulcorado sobre la grandeza de Nelson Mandela, quizá nos encontramos con una de las menos redondas pelÃculas de Eastwood en los últimos años, pero que sigue siendo cine de altÃsima categorÃa y a años luz en cuanto a sobriedad narrativa respecto al dirigido por cualquier otro director contemporáneo.
Lo mejor de Invictus, sin duda, es comprobar cómo un mensaje (la unión de las personas a través del poderoso icono del deporte) eclipsa absolutamente todo lo demás, incluyendo los propios personajes de la pelÃcula. Una gran historia notablemente contada sin llegar a la matrÃcula de honor.
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2 Comentarios en "Invictus, de Clint Eastwood"
Buena crÃtica, coincido en casi todo
Muchas gracias