La sorpresa del año 2009 en la categorÃa de mejor pelÃcula extranjera en los Oscar es una pelÃcula japonesa que nos habla cara a cara y con sinceridad sobre la vida y la muerte, permitiéndose incluso ser divertida y alegre, dentro de un sencillo pero emotivo drama.
Resulta complicado describir las sensaciones que la fabulosa Despedidas ejerce en el interior del espectador. Poética, sencilla y terriblemente emocional, nos vuelve a mostrar el quizá ya tan manido tema sobre el destino y el sentido de la vida y de la muerte, pero sobre todo de la fuerza del amor verdadero sobre todas las cosas. Y es que en la muerte de una persona es cuando más evidente se hace la descomunal fuerza con la que la las personas amamos, siempre basándonos en nuestra forma de canalizar (o no) los sentimientos. El amor y el dolor, lamentablemente, están siempre dados de la mano.
El perdido hombre del cello, Daigo Kobayashi (Masahiro Motoki), un alma en pena de extraordinaria sensibilidad que tiene la suerte de tener a su lado a una esposa fiel que le adora y ama sinceramente, se encuentra en medio de una encrucijada de la vida que le obliga a abandonar su pasión, la música, y volver al campo a la casa que le legó su madre antes de morir. Allà encuentra trabajo en una profesión aparentemente macabra y desagradable: amortajador, pero pronto descubre la nobleza y dignidad del arte de preparar a las personas para su último viaje, un arte que debe ejercer delante de las personas que desean despedirse.
La belleza y elegancia del ritual de preparación desde el primer momento hipnotiza por su delicadeza, respeto y afecto. Algo que no pasa desapercibido por los familiares, que pasan de ver un cadáver frÃo e inerte a reconocer nuevamente a la persona que amaron, momento en el cual llega la catarsis de emociones, los agradecimientos, las lágrimas, los gritos y las risas. Y concretamente en una magistral escena en que un padre vuelve a reconocer a su hijo, pese a que ya no tiene la misma apariencia que antaño tenÃa antes de que se pelearan a causa de ese cambio.
Ahà está uno de los puntos claves de Despedidas: lo bien reflejados que están esos momentos de puro, absoluto y certero amor. De agradecimiento por haber tenido el privilegio de poder haber conocido, apreciado y amado a ese alguien. De dolor desgarrado, de palabras no verbales, de sentimientos hermosos e intensos, de la vida en toda su esencia. Y todo ello con concesiones al humor más simpático e inocentón posible.
La pelÃcula dista, no obstante, de ser perfecta, pues da la impresión de tener momentos muy forzados, tópicos y excesivamente redundantes. Los actores son bastante normalitos tirando a malos (especialmente el tedioso personaje de Ryoko Hirosue, la mujer de Daigo, que se pasa la pelÃcula haciendo pucheritos), y en general todo el desarrollo de la historia es harto previsible salvo alguna triquiñuela para despistar (la escena en que Daigo tapa a su jefe durmiendo en el sofá), por no hablar de un exceso de metraje de por lo menos 30 minutos con situaciones francamente anticlimáticas.
En todo caso, con su desbordante poesÃa, su sutil y hasta divertido humor y, sobre todo, la sensación de calidez que invade el corazón al verla, todo esto queda en segundo plano, quedando muy por encima la figura de Daigo tocando el cello en medio del campo mientras la vida avanza y la música se abre paso directamente al corazón (escena de la pelÃcula, por cierto, que se pasa de demagógica).
CapÃtulo aparte merece la realmente EXTRAORDINARIA banda sonora de Joe Hisaishi para este film, un auténtico delirio sonoro repleto de hermosas melodÃas centradas en el instrumento del cello y el piano, que engrandecen muchÃsimo una pelÃcula que hubiera perdido muchos enteros sin semejante delicia orquestada.
Ver la vida a través de los extraviados ojos de Daigo, un hombre que se reencuentra a sà mismo y da sentido a su vida con ese inesperado giro en que se ve envuelto, implica poder comprobar cómo una simple piedra nos puede transmitir sentimientos que creÃamos enterrados, recibir el agradecimiento de un marido entre lágrimas por poder volver a reconocer a su hermosa esposa, escuchar las confesiones de un hombre que ha pasado su vida intentando honrar a quien más quiso, dar la absolución a las acciones cobardes y tristes de alguien que nunca se atrevió a perdonarse a sà mismo, o sentir la emocionada mirada de una esposa que admira la entereza y integridad del hombre que ama…
Despedidas es, como mÃnimo, una pelÃcula que se debe ver. Es de esas pelÃculas que deben digerirse, y que quizá no llegue tan hondo a todo el mundo, pero que muestra situaciones con las que todas las personas podemos fácilmente sentirnos identificadas. La mayor virtud de esta pelÃcula es su sencillez, falta de pretensiones y su abrumadora honestidad. De esas pelÃculas con las que reenamorarse del cine y de su poder para contar historias por simples en apariencia que puedan ser.
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4 Comentarios en "Despedidas, de Yôjirô Takita"
Hisaishi es un Dios con todas las letras. Ya simplemente sus bandas sonoras para las cintas de Miyazaki son una maravilla.
Un saludo.
Una pelÃcula preciosa, llena de alma y como bien dices, honesta. Una pena que este cine sea considerado “menor” y nunca llegue a todo el mundo.
La música de Hisaishi rara vez no te provoca que los pelos se te pongan como escarpias, es cierto, pero en esta peli lo ha bordado. En cuanto a la peli en sÃ, pese a lo sencillÃsima que es, y como bien dice Jacobo, es realmente preciosa.
Una pelicula, preciosa, sensible y respetuosa, para verla en solitario o bien acompañado por una persona diferente al la media de los mortales que nos rodean.
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