Dirigida por el joven director Hiromasa Yonebayashi y firmada en su guión por el mismÃsimo Hayao Miyazaki, la nueva pelÃcula del mÃtico Estudio Ghibli de animación da una nueva vuelta de tuerca a la fantástica historia de The borrowers de Mary Norton, aquà conocidos como Los diminutos, en una clásica pelÃcula de animación de factura impecable.
Arrietty y el mundo de los diminutos es una de esas pelÃculas que engancha desde el primer momento gracias a su innegable atractivo visual: no en vano, contar un relato en clave de fábula fantástica sobre mini-seres que viven debajo de nuestras casas y que viven de sustraer cosas que los humanos jamás echarÃamos de menos (un terrón de azúcar, una aguja de coser, una gota de agua…) implica una expansión de posibilidades en un mundo engrandecido de lo más interesante. No es que este recurso no esté ya muy visto, que lo está, pero Yonebayashi ha sabido extraer del mismo un barroquismo de relieve extremo y colorido lleno de matices que ya hubiera querido para sà Goro Miyazaki para sà mismo en su primer film Cuentos de Terramar.
En la historia que nos ocupa, la familia de Arrietty, protagonista absoluta del film, vive en el subsuelo de una casa campestre de las afueras de Tokio desde hace mucho tiempo. Un dÃa, aparece por ella Sho, un joven con un muy delicado estado de salud que parece notar la presencia de los pequeños seres, y de los que lleva escuchando oir rumores toda su vida en forma de leyendas contadas por su madre. Sin equivocarse en absoluto, y pese a lo peligroso que resulta que un diminuto se presente ante un humano, se forja una relación de amor-amistad entre la impaciente, bienintencionada Arrietty y Sho.
A partir de aquÃ, Arrietty y el mundo de los diminutos no se desvÃa casi en lo más mÃnimo de todos los estandartes que caracterizan a los films de Ghibli: en ella podemos encontrar una joven heroÃna fuerte, valiente y vulnerable (muy en la lÃnea de Nausicaä, Chihiro o Sophie), una historia de amor basada en el poder de la amistad, la veneración a la naturaleza, el hombre como fuente de destrucción y terror (siempre a primera vista), y un componente fantástico que, lejos de enrarecer el resultado final, le aporta ese toque mágico propio de las mejores fábulas amplificado exquisitamente por una ternura inocente, sincera y conmovedora.
No hay que pretender comparar Arrietty en complejidad o fondo con obras maestras del mismo estudio como La princesa Mononoke o El viaje de Chihiro, ni siquiera con los films de Isao Takahata como la demoledora y desgarradora La tumba de las luciérnagas o la extraña y bizarra Pom Poko, sino más bien con el tono de las deliciosas Puedo escuchar el mar, Susurros del corazón o Recuerdos del ayer: historias de la dureza de la transición de la juventud a la edad adulta, la pérdida de la inocencia y el tener que enfrentarse a los problemas reales de la vida portando un corazón aún lleno de ilusión y esperanza, tan solo que enmarcándolo en un contexto de fantasÃa que le viene como anillo al dedo.
Llegados a este punto, tan solo podemos encontrarle virtudes a una pelÃcula que cuenta con todos los elementos para convertirse en un delicioso clásico y que no tiene más pretensiones que las que expone: hacer llegar al espectador un mensaje de ternura, amistad y reflexión sobre lo que realmente importa de verdad en la vida, que es la belleza de vivir en sà y del amor desinteresado de aquellos que nos rodean. Sin más adornos, sin ningún doble sentido ni ambición. Sin crudeza ni infantilismo. Solo belleza en forma de lienzos e imágenes barrocas, planos de animación clásicos, música resultona de Cécile Corbel (se echa de menos la mano del maestro Hisaishi, aunque no esté nada mal la que nos ocupa) y, sobre todo, un simple pero inspiradÃsimo guión que rebosa honestidad abrumadora, por no hablar de esa joya de personaje que es Arrietty aunque ya nos parezca un refrito de muchas otras tantas heroÃnas de Ghibli.
Yonebayashi, su director, comenzó siendo animador en las pelÃculas de Hayao Miyazaki desde La princesa Mononoke y este es su primer film como director; desde Cinefilo.es esperamos que sean muchos los futuros proyectos que le esperan, ya que Arrietty y el mundo de los diminutos es una pequeña joya en bruto que, si bien no está del todo pulida, brilla intensamente por sà sola.
De visionado obligatorio para cualquier amante del cine de animación y cualquier cine en general.
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